domingo, 13 de enero de 2013

Mal uso de la evaluación.




Como plantea Mª Teresa Padilla (2002) en su libro "Técnicas e instrumentos para el diagnóstico y la evaluación educativa", la implicación ética del pedagogo es evidente, dada su estrecha relación con el ser humano dentro de un marco social y cultural determinado, por lo que el abordaje de la deontología profesional debe ampliarse a diversas reflexiones. 

Compartiendo lo anterior, me parece interesante tratar el tema sobre el mal uso que muchas veces se le da a la evaluación en los procesos de formación.  Como profesora, reconozco la compleja misión que tenemos al momento de confeccionar instrumentos de evaluación, sensación compartida con mis colegas que se desenvuelven profesionalmente en distintas áreas y diferentes etapas escolares. En muchas reuniones de profesorado, en la cual fui participe, discutimos acerca de la importancia que tenia tanto para los alumnos como para los profesores los procesos de evaluación, ya que estos nos entregan información relevante sobre el camino de enseñanza y aprendizaje que hemos seguido y el que debiéramos seguir, entre otras cosas. Como profesores tenemos claro que en cualquier nivel educativo la evaluación tiene profundos efectos, por lo cual debemos tener conciencia que aquellos procesos pueden marcar de manera significativa a nuestros alumnos, ya sea positiva o negativamente.

Pese lo anterior, en ocasiones, la falta de habilidades para enfrentar dificultades como la baja disciplina en el aula, lleva a muchos profesores a ejercer un mal uso del poder que les otorga su rol educativo, la evaluación la ven como un recurso práctico para regular el comportamiento de sus alumnos, ya que logran visualizar lo importante que es para ellos tener un buen resultado.  Como consecuencia de esta escasa reflexión ética al respecto, se termina convirtiendo el proceso de evaluación como una especie de castigo, desvirtuando el sentido que realmente tiene. Es posible, como resultado de prácticas como esta, que aunque estemos realizando un buen uso de la evaluación, vivamos como profesores al menos una experiencia en donde veamos a un alumno con un alto nivel de nerviosismo, ansiedad, miedo o frustración al momento de enfrentar una evaluación, lo cual puede ser producto de algún episodio vivido que haya generado un mal concepto de estos procesos. Dicho esto, las preguntas que quedan pendientes son ¿Cómo podemos evitar que algunos profesores caigan en este tipo de prácticas? ¿Cómo podemos revertir los efectos negativos que pueden provocar situaciones como estas?

Claramente responder a estas preguntas no es una tarea fácil, por lo que resulta interesante reflexionar sobre las implicaciones éticas que recaen en las decisiones que debemos tomar constantemente en la difícil tarea de evaluar aprendizajes de manera que podamos ser cuidadosos y justos. 


                                         La Justicia es la primera virtud de las instituciones   sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento. 
John Rawls: A Theory of de Justice. 

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